domingo, 11 de abril de 2021

Poemática de un bodegón

 


La carne es el último paraíso perdido e imposible.

Francisco Umbral



Fruta hendida, bodegón hecho de palabras que se deshojan en la madurez fugaz, voluble y precaria de la vida. Edda Armas nos ofrece en cada verso la visión hermosa de la imagen que ausculta la entidad frágil que nos constituye, entidad que se percibe en caída libre, lenta e inexorable hacia el tramo final al que nos precipitamos como flores alucinadas.

La belleza singular de la naturaleza muerta nos revela cómo la voz poética paladea los días envueltos en una rutina demoledora de palabras. La fruta, que es entrega y deseo, también es emblema del instante volátil, del adiós que va sembrando pasados. Fruta hendida nos permite ver la pulpa de su brújula vencida, intentando desamarrar los nudos tramados como epifanías, en una ilusión tantálica donde se apelmazan los abismos.

Fruta hendida remite a sabores dulces, a momentos colmados de néctares imposibles en un cuerpo permeado por la incertidumbre de la existencia. En sus versos, la rosa se convierte en tropo fugaz que deja sus matices y su perfume anclados en los recuerdos del yo poético. Cada poema invita a morder el tiempo, a eliminar cortezas para ver su carne, su núcleo de péndulo extraviado.

En este poemario magnífico la palabra es un arcano que demuele certezas y enseña que se vive en el azar, en la contingencia, en los jirones de un discurso finito, abrochados a nuestras frágiles pieles. Cada fruta poética guía hacia las intermitencias que trazan una bitácora cotidiana, hasta desembocar en un temblor que se pierde en las rugosidades de la patria dolida, del país querido, trasformado en vértigo y fuga.

 

Les Quintero

Cueva de Montesinos, abril 2021

 

 

©Fruta hendida (2019), de Edda Armas, es una publicación de Kalathos ediciones.


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