Llegué al libro Pasajeras por un programa de Nereida. La escuchaba mientras conducía hacia mi hogar. Cuando dijo que una editorial en Caracas acababa de lanzar una antología con las mejores narradoras y poetas del país, y libre para descargar, me dije, tengo que verlo para creerlo. Un libro gratuito con lo mejor de la narrativa y la poesía venezolana es un milagro, sobre todo para los lectores que aún vivimos en un rincón olvidado del país donde estamos ayunos de novedades.
Al llegar a mi casa lo primero que hice fue conectar los datos, porque Internet no hay, busqué Pasajeras antología Caracas, y en el acto la pantalla mostró en los resultados la imagen de una pluma con toques de rosado fucsia y azul. No lo podía creer, la descargué rapidito y comencé a revisarla, pero no pude parar de leerla.
Me encontré con que Pasajeras es una pléyade de voces reconocidas y otras que, aunque más jóvenes o poco conocidas, tienen una fuerza y un esplendor que cautivan en el momento. En poesía tiene nombres que no requieren mayor presentación porque son firmas consolidadas dentro y fuera del país con trabajos fundamentales para la narrativa y la poesía venezolana, como Verónica Jaffé, poeta de voz potente que extrae de parajes recónditos la imagen que se transforma en lenguaje para describir lo inefable. Ella inaugura la lectura de esta antología con un poema extraordinario acerca del futuro. Y Edda Armas, pasajera con una trayectoria notable y colmada de méritos que despunta en el poema tallado como instrumento para nombrar el misterio con su voz cristalina y una devoción eminente.
En la primera parte leí a Ana María Hurtado, intuí un sorprendente don poético para decantar imágenes y convertirlas en versos refulgentes, iluminados con su profundo sentido existencial.
Belkys Arredondo Olivo imprime su marca llena de vitalidad en sus poemas y los transforma en cantos hondos, únicos, de una perfección absoluta.
María Clara Salas, poeta inigualable que nos deja entrever rasgos de lo insólito en sus poemas, que están inscritos en una clarividencia subterránea, dolorosa, pero contundente.
También se encuentra Eleonora Requena, dueña de una precisión que la convierte en hacedora de un lenguaje poético lleno de hermosura desbordante.
Rosalina García, taumaturga de palabras que rescata imágenes entrañables para transformarlas en poemas excepcionales. Beatriz Alicia García, lúcida y precisa, cincela poemas que resplandecen en el misterio de su intensidad.
Entre sus primeras páginas encontré voces admirables que no conocía, como la de Tibisay Vargas Rojas, poeta de lo sublime, del gesto noble y de sintaxis ocultas en los rituales. Gladys Ramos, poeta que rastrea al Eros como posibilidad de comunión con lo cotidiano. Valeria Rodríguez, una voz límpida que oficia con fervor de sacerdotisa. Estas son tres poetas que desde este momento forman parte de mi canon particular.
En la segunda parte, dedicada a la prosa, se hallan grandes poetas que esta vez se decantaron por el ensayo, la crónica, la imagen visual, o el artículo literario, tal es el caso de Daniuska González, poeta de la creación como gramática y búsqueda de la intuición hacedora de imágenes. Daniuska es mensajera de la intensidad del lenguaje poético.
Sonia Chocrón, bruxa mercurial, de una pesquisa constante que, tal vez, busca en las raíces del lenguaje la palabra justa para nombrar el enigma de las cosas, de los seres, de la vida, del poema mismo que aquilata en los meandros de su alma.
Lena Yau, exploradora de memorias plenas y acercamiento vital al recuerdo, indagadora del momento huidizo y del tiempo inconstante.
Yolanda Pantin, creadora de una topografía privada y poeta de lo íntimo, de la llama sagrada del arcano familiar. En su trabajo poético aflora la nostalgia atada a una memoria luminosa que, sin embargo, está vinculada al mundo presente del que hace un registro sobre los cambios sísmicos que conmueven su entorno.
Yurimia Boscán, poeta del fulgor, del rayo como centelleo que alumbra con fuerza inusitada y muestra su indagación en torno al poema como vía para nombrar lo sagrado.
Dinapiera Di Donato, creadora de voz portentosa, poeta que usa el lenguaje como una antorcha para iluminar incontables rostros del símbolo femenino y, con una conciencia tenaz y lúcida, los rescata de la penumbra clandestina donde han sido olvidados.
Mariela Cordero, poeta de lo armónico que maneja con habilidad el verbo, sus versos impecables muestran la firmeza de su pulso para entallar el poema. Jacqueline Goldberg, creadora que no teme asomarse al precipicio sin fondo del ser para tamizar palabras que luego trasiega a versos perfectos. María Luisa Lázzaro, poeta de lenguaje excelso para nombrar el mundo interior, el hecho trascendente del espíritu y sus misterios. Su fuerza lírica envuelve los sentidos con la pureza de su exactitud.
Marisol Marrero, hacedora de presencias mágicas como sirenas, ella nos revela sus versos con la potencia de un lenguaje que es creación pura.
Anabelle Aguilar, poeta de una fortaleza que estremece, creadora de poemas de auras misteriosas, de versos magníficos que señalan senderos arcanos, abiertos al vigor del lenguaje poético.
Marianela Cabrera. Sus poemas, profundamente visuales, tienen la cadencia del baile, del ritmo oscuro y gestual del teatro. Carmen Cristina Wolf es la poeta de la conciencia sensible, de una meditación continua y un espíritu curioso cuyos frutos son poemas de belleza diáfana y etérea.
Estas mujeres tienen una reconocida obra poética, nos han legado libros memorables.
La segunda parte también alberga escritoras destacadas en narrativa, ensayos y otros géneros, como Ana Teresa Torres, que no deja de sorprender con su dominio del lenguaje y su generosidad para compartirlo con un público que la quiere cada vez más. Me impresionó la pieza conmovedora de Gisela Kozak, creada con la impotencia del dolor, pero con la destreza impecable que no roza el drama, ese recurso (pobre) que empaña los mejores escritos y las mejores intenciones.
Conozco algunos trabajos magistrales de Silda Cordoliani, tanto en ensayo como en narrativa. Igualmente he leído a Graciela Bonnet, poeta y creadora que me cautivó con sus contemplaciones poéticas y la sensibilidad de su lirismo. Cinzia Procopio, también me fascinó con el lenguaje honesto de sus trabajos literarios.
He disfrutado los trabajos de Claudia Cavallin, docente y ensayista de acreditada trayectoria que me sorprende con la frescura de sus creaciones literarias, de claros matices intuitivos, y la profundidad de sus ensayos que parten de enfoques netamente intelectuales.
De igual forma leí con gusto a Marina Gasparini, distinguida ensayista que muestra sus valiosas creaciones de mirada perspicaz y verbo espléndido. Y a Liliana Lara, voz narradora que se ha ido consolidando por su tino literario para el relato intimista, sin dejar de tocar aspectos vitales del rol social y colectivo.
Casi al final encontré a Krina Ber, narradora excepcional que hurga en los pliegues de lo cotidiano para extraer historias que vierte al lenguaje y las transforma en un rico tapiz literario. Leí con deleite a Ophir Alviárez, una poeta reconocida y querida por sus lectores en esta tierra. Ophir usa las palabras como faros llenos de luz que alumbran la oscurana más densa. Ophir nos guía como musa y diosa a la vez.
Disfruté el relato de Cesia Hirshbein, docente, ensayista, narradora y crítica literaria. Una dama de las letras que sabe mantenernos enamorados de su escritura. Así también como Inés Muñoz Aguirre, periodista y escritora de alto nivel. Su incursión en la novela negra y en la crónica literaria han demostrado el manejo poderoso que tiene en el campo narrativo.
Leyendo estas pasajeras conocí a escritoras y poetas que son una revelación para mí, como Diana Medina, que me maravilló con su historia, con el ritmo para contar y su fuerza narrativa. También conocí a Carmen Rosa Orozco. Leí con placer su trabajo, relato delicado, escrito con lenguaje musical y telúrico, ambientado en nuestras ruinas venezolanas.
Otra poeta y narradora a quien no conocía es Graciela Yáñez Vicentini, agradezco la oportunidad de poder leerla y acercarme a su trabajo, por lo menos mediante Internet. Su prosa es elegante, intelectual, firme. Ahonda en el tema con seguridad y una capacidad de hechizarnos desde el principio y llevarnos de la mano hasta el final, o hasta donde ella quiera.
Estas Pasajeras son reinas de la palabra, poetas y hacedoras de otras formas de arte, además de la enseñanza. Mujeres que tienen un poder demiúrgico para convocar la imagen y celebrar el rito de palabras que hacen el poema. Mujeres poetas y creadoras que son un referente indispensable en la literatura y la poesía venezolana.
Gracias a esta estela de damas por este universo en forma de libro que hoy nos regalan.
Humberto Fermín Bueno
Mérida en la noche de San Juan
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