Sólo
a ti se te concede, poeta,
como
si fuera un legado divino,
este
inmenso balbuceo
símbolo
de profunda grandeza.
Nikolai Gumiliov
Escribir acerca del trabajo poético de Nesfran González Suárez, exige reconocer las variaciones de una
obra que experimenta, reflexiona y combina grandes dosis de lectura con la
indagación del hombre que confronta los problemas de la evolución estética, en la poesía y el relato, que imperan en la actualidad. Al leer sus poemas, relatos,
y artículos, encontramos la interrogación tenaz sobre el tiempo histórico, y
las circunstancias que le han tocado vivir, así como las coyunturas estilísticas con las que hay que lidiar en un oficio que exige alma para traducir las
intuiciones que, como ecos, anticipan una cosmovisión propia.
Algunos poemas como, Reina de corazones, y otros, son una suerte de minicuentos que resplandecen con
los fulgores de la imagen poética. No es de extrañar, porque Nesfran ha escrito
relatos cortos y obtuvo el segundo lugar en el Concurso de Nano Literatura 2010,
con El lado oscuro de tu almohada,
ya el título es una invitación, un poema, un verso sugestivo que invita a internalizarse
en sus ficciones. También ha sido galardonado con otros premios, bien merecidos.
Estos trabajos narrativos son breves, pero la densidad y profundidad de sus
temas merecen un artículo aparte.
Los
inquilinos abarca tres ciclos que van desde 1997 hasta el 2010,
este dato me lo confirma Nesfran en una hermosa dedicatoria. En Los inquilinos la mayoría de los poemas
son de largo aliento, mientras que en Aquí
todo es silencio, son más breves, como trazos sugerentes de las metáforas que
se encaminan hacia el haiku, forma que encontramos en Verde, última sección del poemario, precedido por un artículo del poeta
sobre el haiku. Debo acotar que he leído
y recibido, como si fuera para mí, el poema Reflejo
plateado, incluido en Los inquilinos.
Aquí
todo es silencio, mantiene un ritmo evanescente entre
poemas breves y otros un poco más extensos, el más desarrollado es Veinte elefantes, poema adorable que también me
he apropiado sin pedir autorización. Estos poemas breves amalgaman en su
cartografía el sentimiento de lo efímero, del absurdo, de la realidad transcurriendo con su turbulencia
invisible, eterna. Esa corriente de transición imperceptible borra todos los
acontecimientos pasados y nos mantiene en un ahora perpetuo, sin ayer y sin
mañana, instalados en el sempiterno instante. Se infiere en la brevedad de estos poemas,
la expresión de un satori.
Desde la atalaya de mi lectura los interpreté como poemas de la disolución, por los motivos que están en toda
la obra de Nesfran. Temas como la soledad,
lo fortuito y azaroso de la vida, la impotencia ante la finitud, el deseo fallido
de un momento, y la angustia de espíritus congelados
por la desidia del recuerdo, sobresalen en estos breves trazos. Los poemas contienen metáforas hermosas que
trasmutan la fealdad del paisaje, o el acto terrible, pero no por sublimes dejan
de expresar el ramalazo de la desolación y la desventura.
El lenguaje poético de la
obra de Nesfran González rechaza las formas enrevesadas, las superficiales, y los
lugares comunes. La imagen emerge de las profundidades, de la oscurana que el poeta sabe traducir para ponerla en palabras y nombrar lo que
ocurre en el margen de universos convertidos en cárceles emblemáticas, en víctimas de una memoria por descubrir.
Esa memoria abisal intenta revelar aquello que se oculta en los rituales
cotidianos, en actos insignificantes (en apariencia), y da cuenta de una gran capacidad
de observación y sensibilidad profunda para leer en los signos del día y
de la noche, de las horas transcurriendo para colmarse de actos dislocados y
absurdos, para construir un día en la vida sujetado
a una soga que tambalea.
El poeta estructura un
discurso donde confluye pasado y presente en las trazas de proyectos para un mañana
maleable y caprichoso. En estas imágenes
itinerantes se amalgaman los desplazamientos que caracterizan el dinamismo de
la existencia y la realidad, porque la vida no es estática. El yo poético pone
en escena una alquimia que transfigura percepciones en palabras colmadas de
significación. Aquí todo es silencio
y Los inquilinos, cobijan al hombre
que vive en lo cotidiano y aprehende los balbuceos del alma, porque como sostuvo
María Zambrano, el alma solo balbucea, de modo que la tarea del poeta es desentrañar
el mensaje de esas palabras soñadas y padecidas en su dimensión inefable.
En el trabajo poético
de Nesfran González Suárez, se puede leer que la poesía no solo es expresión verbal o de sentimientos anclada en formas ya exploradas, sino también búsqueda y
reforma de la actividad poética y literaria como producción intelectual. Esta acción
se ajusta con la conciencia del lenguaje y el oficio poético, con el oficio del
escritor, lo cual se intuye en las múltiples lecturas y estudios del autor que
subyacen en sus poemarios. El objetivo de esta pasión es establecer vasos
comunicantes entre la conciencia y el quehacer cotidiano, una especie de lente que permita ver cómo
los compromisos y obligaciones despojan a la existencia de la libertad y la
individualidad tan necesaria al espacio de la creación artística. Estos poemas intentan mostrar los soles oscuros que nos habitan, astros donde nacen las pesadillas, pero también donde germina la materia prima de la poesía.
Lesbia Quintero
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