Leer Lo que contó la mujer canalla se convirtió en rito de tardes calurosas, de escondite en una ciudad caótica, atolondrada. Esta hoja de ruta, trazada como poemario, es un hermoso refugio hecho de palabras donde Lena Yau rinde tributo al lenguaje que, a veces, explota y naufraga con la mujer canalla como tripulante del sinsentido discursivo. Ella (la poeta o su personaje) hurga en la vastedad de la lengua, busca y convoca mediante imágenes marinas el significado de las rutas lingüísticas que aparecen en ese océano tormentoso, aunque veces calmo, en el que viaja.Las palabras, sobrevivientes de naufragios y hecatombes, acompañan a la mujer canalla en su peregrinar mientras busca un Itaca sagrada que no menciona porque no existen nombres para ella, es una región de ensueño que pertenece al desorden onírico y al deseo. Por eso narra desde la nostalgia y el duelo asordinado por algas que mueren en orillas solitarias, por la soledad de la luz del faro que orienta y guía en medio de noches borrascosas. La voz lírica se ancla en palabras rotas, fragmentadas, en cifras que estallan y se convierten en estrellas de mar, en manglares y destellos de anémonas.En las primeras líneas se advierten los temas que conforman una tríada magnífica: el agua presente en las imágenes marinas que presagian la vida, el parto y la exuberancia de la palabra. Sobre ese fondo acuático aparece el lenguaje como horizonte intangible, visión seductora, amante furtivo, inasible, que no puede nombrar la esencia de un aleteo suspendido -la caricia que gravita-. Finalmente, la búsqueda de algo ignoto, como los fulgores de un viaje azaroso por páginas, montañas y ríos. En cada verso se intuye la brújula de punteros temblorosos señalando letras que recorren la geografía imposible del poema, de la estrofa dislocada, de fracturas del lenguaje que enmudece ante la magia del instante, y Las palabras que somos estallan en el aire…La mujer canalla bucea en el misterio del lenguaje, del mundo hecho a partir del verbo, y trata de sostenerse en él, pero este se transforma en escalera de caracol, en corriente que arrastra la vida en una fuga eterna. La voz de la mujer canalla se convierte en transeúnte de noches marinas, se transfigura en tejido, en urdimbre, en instante y fuga.La mujer canalla ondula en frases líquidas, próximas a ríos y mares, allí rompe fuentes y de su agua mana la vida, brota el habla como parto. Ella se relata desde el absurdo, desde la perplejidad hecha frase, y descubre en el agua la potencia cardinal de lo femenino. En esa instancia graba las claves íntimas que guardan el misterio de la existencia inmersa en la palabra, en un mar hecho de lenguaje, en el dado en el aire.Les Quintero.Cueva de Montesinos, 6 de agosto de 2018
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