sábado, 14 de diciembre de 2013

Habitantes del silencio


Sólo a ti se te concede, poeta,
como si fuera un legado divino,
este inmenso balbuceo
símbolo de profunda grandeza.

Nikolai Gumiliov


Escribir acerca del trabajo poético de Nesfran González Suárez, exige reconocer las variaciones de una obra que experimenta, reflexiona y combina grandes dosis de lectura con la indagación del hombre que confronta los problemas de la evolución estética, en la poesía y el relato, que imperan en la actualidad. Al leer sus poemas, relatos, y artículos, encontramos la interrogación tenaz sobre el tiempo histórico, y las circunstancias que le han tocado vivir, así como las coyunturas estilísticas con las que hay que lidiar en un oficio que exige alma para traducir las intuiciones que, como ecos, anticipan una cosmovisión propia.

Algunos poemas como, Reina de corazones, y otros, son una suerte de minicuentos que resplandecen con los fulgores de la imagen poética. No es de extrañar, porque Nesfran ha escrito relatos cortos y obtuvo el segundo lugar en el Concurso de Nano Literatura 2010, con El lado oscuro de tu almohada, ya el título es una invitación, un poema, un verso sugestivo que invita a internalizarse en sus ficciones. También ha sido galardonado con otros premios, bien merecidos. Estos trabajos narrativos son breves, pero la densidad y profundidad de sus temas merecen un artículo aparte.

Los inquilinos abarca tres ciclos que van desde 1997 hasta el 2010, este dato me lo confirma Nesfran en una hermosa dedicatoria. En Los inquilinos la mayoría de los poemas son de largo aliento, mientras que en Aquí todo es silencio, son más breves, como trazos sugerentes de las metáforas que se encaminan hacia el haiku, forma que encontramos en Verde, última sección del poemario, precedido por un artículo del poeta sobre el haiku. Debo acotar que he leído y recibido, como si fuera para mí, el poema Reflejo plateado, incluido en Los inquilinos.

Aquí todo es silencio, mantiene un ritmo evanescente entre poemas breves y otros un poco más extensos, el más desarrollado es Veinte elefantes, poema adorable que también me he apropiado sin pedir autorización. Estos poemas breves amalgaman en su cartografía el sentimiento de lo efímero, del absurdo, de la realidad transcurriendo con su turbulencia invisible, eterna. Esa corriente de transición imperceptible borra todos los acontecimientos pasados y nos mantiene en un ahora perpetuo, sin ayer y sin mañana, instalados en el sempiterno instante. Se infiere en la brevedad de estos poemas, la expresión de un satori.

Desde la atalaya de mi lectura los interpreté como poemas de la disolución, por los motivos que están en toda la obra de Nesfran. Temas como la soledad, lo fortuito y azaroso de la vida, la impotencia ante la finitud, el deseo fallido de un momento, y la angustia de espíritus congelados por la desidia del recuerdo, sobresalen en estos breves trazos. Los poemas contienen metáforas hermosas que trasmutan la fealdad del paisaje, o el acto terrible, pero no por sublimes dejan de expresar el ramalazo de la desolación y la desventura.

El lenguaje poético de la obra de Nesfran González rechaza las formas enrevesadas, las superficiales, y los lugares comunes. La imagen emerge de las profundidades, de la oscurana que el poeta sabe traducir para ponerla en palabras y nombrar lo que ocurre en el margen de universos convertidos en cárceles emblemáticas, en víctimas de una memoria por descubrir. Esa memoria abisal intenta revelar aquello que se oculta en los rituales cotidianos, en actos insignificantes (en apariencia), y da cuenta de una gran capacidad de observación y sensibilidad profunda para leer en los signos del día y de la noche, de las horas transcurriendo para colmarse de actos dislocados y absurdos, para construir un día en la vida sujetado a una soga que tambalea.

El poeta estructura un discurso donde confluye pasado y presente en las trazas de proyectos para un mañana maleable y caprichoso. En estas imágenes itinerantes se amalgaman los desplazamientos que caracterizan el dinamismo de la existencia y la realidad, porque la vida no es estática. El yo poético pone en escena una alquimia que transfigura percepciones en palabras colmadas de significación. Aquí todo es silencio y Los inquilinos, cobijan al hombre que vive en lo cotidiano y aprehende los balbuceos del alma, porque como sostuvo María Zambrano, el alma solo balbucea, de modo que la tarea del poeta es desentrañar el mensaje de esas palabras soñadas y padecidas en su dimensión inefable.


En el trabajo poético de Nesfran González Suárez, se puede leer que la poesía no solo es expresión verbal o de sentimientos anclada en formas ya exploradas, sino también búsqueda y reforma de la actividad poética y literaria como producción intelectual. Esta acción se ajusta con la conciencia del lenguaje y el oficio poético, con el oficio del escritor, lo cual se intuye en las múltiples lecturas y estudios del autor que subyacen en sus poemarios. El objetivo de esta pasión es establecer vasos comunicantes entre la conciencia y el quehacer cotidiano, una especie de lente que permita ver cómo los compromisos y obligaciones despojan a la existencia de la libertad y la individualidad tan necesaria al espacio de la creación artística. Estos poemas intentan mostrar los soles oscuros que nos habitan, astros donde nacen las pesadillas, pero también donde germina la materia prima de la poesía.

Lesbia Quintero

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