Ningún amor cabe en un
cuerpo solamente,
aunque abarquen sus
venas el tamaño del mundo;
siempre un deseo se
queda fuera,
otro solloza pero
falta.
Eugenio Montejo
Las heroínas de Héctor Torres se desplazan por los escenarios de El Regalo
de Pandora, mostrando o escondiendo, según sea sus intenciones, aspectos
umbrosos de la naturaleza femenina. En esta obra, la más reciente de Héctor
Torres, lo femenino toma un lugar preponderante, y desde varias voces nos
descubren los entresijos más ocultos de universos en que múltiples trazos se
encuentran y luego se bifurcan creando una geografía de emociones y sensaciones
contradictorias, y muchas veces ambiguas, que nunca comulgan con la aceptación
fácil.
Estas Pandoras modernas son mujeres que, independientemente de su edad,
han sido mancilladas por el maltrato, las decepciones, la locura, la soledad,
el deseo de posesión y el misterio sobrenatural de la muerte, entre algunos
matices que se advierten en cada uno de los diez relatos que componen El Regalo
de Pandora.
El lugar de estas
heroínas recreadas por Héctor Torres, se inscribe en una estructura dinámica de
eterno combate con la rutina, la precariedad y la trasgresión. Ellas viven en
un perpetuo asalto de sus pasiones, y hasta la muerte se viste de rojo para
cobrar una vida que se difumina en la neblina nocturna. Cada heroína porta su
pedazo de noche, su pedazo de desierto, su historia inclemente, y la muestra
como trofeo y escudo a la vez.
Es sintomático que las
mujeres de El Regalo de Pandora, hablen desde una casa, tengan un refugio donde
dormir, donde llorar o hacer el amor. Al contrario, los hombres que
protagonizan dos relatos, cuentan su historia desde lugares que distan mucho de
ser un hogar. En el caso de Ese que llaman Cervantes, el personaje inicia su
discurso en la barra de un bar, prosigue en un hotel y termina desdibujado en
la calle. En Melodía desencadenada, la voz de Tego se confunde con el ruido de
una cauchera, porque desde allí él cuenta su miserable vida al lado de Maribel,
una especie de Erinia joven y seductora que lo convirtió en un perseguido.
¿Será el hogar el
centro de poder de las Pandoras urbanas? ¿Se ancla allí la autoridad femenina?
Es posible, porque la casa contiene una simbología profunda, como su género
lo indica, también es femenino. Protegidas por las cuatro paredes de sus
moradas, las heroínas erráticas de El Regalo de Pandora participan en cosmogonías intermitentes, ritos cotidianos que se exponen y contraponen en un duelo litúrgico, febril,
voraz, esquivo, pero fijado en su realidad concreta. Las emociones abarcan cada
relato y se escurren con la pasión de la tragedia. Con el placer del dolor.
Conmigo de inusual protagonista.
En cada relato de El
Regalo de Pandora hay continuidad, pero también hay ruptura. Hay continuidad en
Dioses de breve estancia, donde la rutina lapidaria desgasta los gestos, y las
ilusiones terminan como un enlucido opaco que intenta cubrirse con maquillaje.
Hay ruptura en Marlenys nunca se sueña en Caracas. No puede soñarse porque su
vida gravita en los fragmentos horrorosos de una niñez violentada por el tallo
marrón y púrpura de Ramón.
Héctor Torres saca del
montón las diez historias que componen El Regalo de Pandora, y muestra en su
unidad compleja, intensa y profundamente social, la riqueza de esos mundos
intransferibles y fascinantes. Cada personaje se enfila hacia la concreción de
su potencialidad y se interna en el erotismo, que aparece como un elemento
transgresor y tan voluble que queda rebasado en su propia imposibilidad. Las
Pandoras modernas, nocturnas, soñadoras, terribles, asumen cada cambio con
desconfianza o inocencia, rabia o resignación, y se entregan al devenir envueltas en ensueños y búsquedas interminables, mientras un
hombre ensimismado contempla una robusta hilera de hormigas.
Acercarse a El regalo
de Pandora es muy fácil. Puedes contactar a su autor en:
http://elsubrayadoesnuestro.blogsome.com/
http://twitter.com/hectorres
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