lunes, 28 de febrero de 2011

Un ángel en Sentir la sed


Todo ángel es terrible
Las Elegías de Duino. Rainer María Rilke

No se dio cuenta cuándo comenzó a llover, pero podía sentir las gruesas gotas que bajaban del cielo, guiadas por el viento en un nefasto ángulo que parecía pensando para hacerle daño. Así comienza Sentir la sed, nueva novela de Gonzalo Himiob Santomé. La narración va dando cuenta de transformaciones radicales en la sociedad venezolana, al tiempo que un ángel hace su epifanía y, de esta manera, evoca lo incomprensible de misterios arcanos, de lo numinoso que con su poder fascina y aterroriza a la vez. Ese reencuentro funda el argumento central de Sentir la sed, una historia que relata la prodigiosa entrevista del escritor Rubén Alfredo Irtiago, con Azrael, el temible ángel de la muerte. Una panadería caraqueña es el escenario donde se encuentran el anciano y el ángel, que se presenta para “revelarle sus propósitos.” A partir de aquel momento, en medio de un lluvioso atardecer, se desencadena otra tormenta en la memoria del viejo escritor, una tormenta de recuerdos que descubren las aristas del poder, con sus filos brillantes, ocultos tras bastidores tenebrosos.

Mediante las reminiscencias de Rubén Alfredo, y la voz de un narrador omnisciente, divisamos unos sombríos parajes en los Andes venezolanos a principios del siglo XX. Desde allí descubrimos la semilla del mal, sembrada por don Críspulo en su hija Agustina, una trágica noche de violación, terrores inéditos y espanto para aquella joven que no conocía la monstruosidad de los demonios que habitan en lo más profundo del alma, demonios en forma de odio, de lujuria, de soberbia, de codicia, de sombras persistentes y escurridizas en los cuerpos de los hombres, que emergen para torturar y diseminar la crueldad, como una mala hierba que jamás desaparece.

El ingenio La Sed, es testigo mudo de las miserias humanas de sus dueños, por sus caminos transita Ña Pascual, una oscura mujer a quien los pobladores temen, pues su sola presencia infunde terror. Sin embargo, las apariciones de la supuesta hechicera hacen inferir que se trata de un ser que se desdobla para establecer contacto con los mortales, es la potencia sobrecogedora de su fuerza sobrenatural la que infunde pavor. De esta forma el poder aparece y se convierte en el verdadero protagonista de la historia que, lentamente, va desvelando el pasado brumoso de don Críspulo, don Agostino Irtiago y Campero, Agustina, y Rubén Alfredo Irtiago, último vástago y chivo expiatorio de una estirpe maldita. Quizá por ello, Rubén jamás pudo fecundar a Luisa, porque con él terminó la condena de La sed.

Sentir la Sed es la historia del desgarramiento de seres inocentes: Agustina y su hermana Ernestina, Esperanza y Epifanía, Luisa y el mismo Rubén Alfredo, son víctimas del mal y del poder de La Sed. Es una historia de la fragmentación, del luto, de la locura, de la dispersión de almas marchitas por la sequía infame que el mal ha dejado caer sobre ellas y, sobre todo, de secretos cifrados en el sugerente nombre del Ingenio. Sentir La sed muestra a sus personajes precipitándose en una vida hueca, donde el único sentido lo otorga el poder.

El origen del mal en los ancestros de Rubén Alfredo subyace traslapado en un orden que no existe, en las apariencias aceptadas por la sociedad y en una posición social apuntalada en la complicidad con el discurso político de aquel entonces. El autor inserta hábilmente fragmentos que muestran la organización del Estado, y cómo éste legitima su poder en una unidad aparente que funciona, o se sostiene, mediante la fuerza coercitiva. Don Críspulo y don Agostino conocen los artilugios para mantener esa pátina discursiva que solo intenta liquidar el carácter transgresor que supone la libertad de un país que lucha por liberarse de las garras dictatoriales.

Gonzalo Himiob Santomé recrea escenarios donde observamos la desarticulación de esos poderes que se imbrican para crear un orden aparente, y mediante el discurso narratario muestra que confrontar ese poder atenta contra la supuesta unidad del Estado, lo cual se califica como una subversión que muchas veces se paga con la vida.

La realidad en su devenir asordinado y heterogéneo fue coagulando fragmentos que Rubén Alfredo internalizó, y desde esa torre de costumbres caprichosas comenzó a percibir el mundo. Esos modos de percepción lo instalaron en una posición quietista ante la situación política que vivía el país, y hasta de su propia existencia. Él solo deseaba escribir, pero ni siquiera fue capaz de hacerse cargo de su vida y se apartó de su verdadera misión. El mal se presenta en las pasiones desbocadas, en la fuerza irracional que mueve a los personajes que desfilan por los escenarios de Sentir la sed. En el ingenio convergen el mal y el poder como presencias atomizadas, sin rostros que, sin embargo, se extienden y propagan silenciosamente.

Gonzalo Himiob Santomé expresa, mediante los argumentos de Sentir la sed, que la libertad no queda constreñida, sino que el mismo comportamiento de los sujetos origina cambios que permiten leer otras formas de pensamiento y comportamientos, por ejemplo, a través de la creación. Ese era el trabajo que el escritor Rubén Alfredo debía realizar, porque la creación libera el sentido atrapado en categorías y produce la invención que presupone un devenir constante en otra re-creación. Esa subversión del sentido mediante la re-creación que el escritor dejó en escuetos apuntes, hubiese mostrado otra visión de esa realidad más honda y más libre, donde aquello que la constituía dejara de tener sus funciones establecidas y se convirtiera en otra cosa sin historia ni origen, desplazándose en un universo combinatorio, llegando a más almas que deambulaban, al igual que él, en una suerte de nomadismo existencial. El autor muestra, a través de su historia, que es factible que en los costados del poder surjan otras propuestas de sentido, como las que se sospechan en las palabras del pequeño Rubén, el nieto de Luisa, la reencarnación del escritor Rubén Alfredo Irtiago, que ha vuelto para cumplir el mandato de Azrael.

Como heredero de un alma redimida por la conciencia en el último instante de su vida, Rubén Alfredo tiene una segunda oportunidad para cumplir su misión, y en el pequeño nieto de Luisa encarna la promesa de un mensaje integrador, un anuncio de transformación que comienza a conjurarse con la sintomática fecha de su nacimiento. Él contiene la semilla de una misión que comienza a desentrañar cuando encuentra los amarillentos apuntes de lo que fue el esbozo de su obra en una vida anterior. La luz se abre paso trabajosamente en medio de las tinieblas para emerger con fuerza en una nueva vida, otra visión, otra realidad.

Si deseas conocer más acerca de esta novela, puedes contactar al autor a través de su correo Electrónico: Gonzalo.himiobs@gmail.com
Twitter: @HimiobSantome

Sentir la sed está publicada bajo el sello editorial FB Libros.

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