miércoles, 21 de diciembre de 2011

Aullidos literarios

 




No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.

                            Albert Camus. El mito de Sísifo. 

Un aullido irrumpe en la noche de Bella Vista, y el fantasma de un ahorcado marca «con el parsimonioso movimiento de metrónomo», el ritmo de El Príncipe Negro, la más reciente novela del escritor venezolano Norberto José Olivar. Ángel Santander, un hombre lobo, escribe su diario en un cuaderno inútil, mientras su obsesión por parecerse a Enrique Vila-Matas va creciendo. Entonces decide cambiar su nombre para acercarse más a su modelo, y así nace Ángel Satán. La narración, hilada con una ironía constante, explora el tema del suicidio, al tiempo que el narrador en primera persona confronta una realidad cambiante a veces aparatosa y siempre huidiza como Jeanne d’ Horizón, una misteriosa mujer que aparece y desaparece de la vida de este extraño personaje.
El narrador convierte su historia en un juego metatextual donde se manifiestan referencias y analogías entre escritores que se suicidaron. En esa sucesión de autores fascinados por la muerte y el suicidio, Enrique Vila-Matas ocupa un lugar fundamental y, como si fuera un psicopompo, sirve de guía al lector- narrador a través de toda su ficción. No se sabe por qué Ángel Satán cuenta que el escritor catalán decide suicidarse lanzándose desde un sexto piso, tal como él mismo insinúa que hará. ¿Sintió rabia hacia su modelo perfecto de escritor o simple temor de que aquel, más fuerte, lo engullera? En todo caso, Enrique Vila- Matas en un posprólogo realiza una suerte de exorcismo literario.
Las correspondencias que se desprenden de esa exploración implacable desembocan en el misterio abisal de la literatura. ¿Qué desea Ángel Satán al narrar sus peripecias literacantrópicas en primera persona? ¿Sanarse de su literatosis, o al contrario hundirse en las profundidades de su enfermedad? El cuaderno inútil pudiera ser una excusa para posponer su propio final, aunque Isidro lo espere seis pisos más abajo con el guante de béisbol, quizá para atajarlo como si fuera una pelota.
En el mundo de El príncipe Negro no hay certidumbres, y Ángel Santander se busca en medio del absurdo que se produce cuando trata de comprender, con su mente finita, la irracionalidad de una naturaleza que se empeña en transformarlo en hombre lobo. En cada intento fallido por comprender el misterio, aparece el otro despiadado como una caricatura grotesca de la existencia que lo mira desde un espejo y penetra las noches de Bella Vista con sus aullidos.
La narración del hombre lobo es una carrera hacia la muerte, o al menos eso parece. En la densa atmósfera de la historia se manifiesta el tedio como parte intrínseca de Ángel Satán, que escribe en su cuaderno inútil como si fuera una preparación religiosa para confrontar al temido arcano, ¿pero el hecho de convocarlo mediante la imagen del suicidio en la escritura no es ya una forma de afrontarlo? El personaje jamás afirma que no quiere vivir, quizá el center field se quede eternamente con sus labios azulados y sus ojeras esperando al amigo que prefiere seguir escribiendo y aullando en las noches de luna llena.

El príncipe Negro está publicado por el sello ReLectura de la editorial Lugar Común.
 

Les Quintero
Cueva de Montesinos, 21 de diciembre de 2013

Aullidos literarios



No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
                            Albert Camus. Lo absurdo y el suicidio, en El mito de Sísifo. 

Un aullido irrumpe en la noche de Bella Vista, y el fantasma de un ahorcado marca “con el parsimonioso movimiento de metrónomo” el ritmo de El Príncipe Negro, la más reciente novela del escritor venezolano Norberto José Olivar. Ángel Santander, un hombre lobo, escribe su diario en un cuaderno inútil, mientras su obsesión por parecerse a Enrique Vila-Matas va creciendo. Entonces decide cambiar su nombre para acercarse más a su modelo, así nace Ángel Satán. La narración, hilada con ironía constante, explora el tema del suicidio al tiempo que el narrador en primera persona confronta una realidad cambiante –a veces aparatosa y siempre huidiza como Jeanne d’ Horizón, una misteriosa mujer que aparece y desaparece de la vida de este extraño personaje.
El narrador convierte su historia en un juego metatextual donde se manifiestan referencias y analogías entre escritores que se suicidaron. En esa sucesión de autores fascinados por la muerte, Enrique Vila-Matas ocupa un lugar fundamental y, como si fuera un psicopompo, sirve de guía al lector- narrador a través de toda su ficción. No se sabe por qué Ángel Satán cuenta que el Enrique Vila-Matas decide suicidarse lanzándose desde un sexto piso, tal como él mismo insinúa que hará. ¿Sintió rabia hacia su modelo perfecto de escritor o simple temor de que aquél, más fuerte, lo engullera? En todo caso, Enrique Vila- Matas en un posprólogo realiza una suerte de exorcismo literario.
Las correspondencias que se desprenden de esa exploración implacable desembocan en el misterio abisal de la literatura. ¿Qué desea Ángel Satán al narrar sus peripecias literacantrópicas en primera persona? ¿Sanarse de su literatosis, o al contrario hundirse en las profundidades de su enfermedad? El cuaderno inútil pudiera ser una excusa para posponer su propio final, aunque Isidro lo espere seis pisos más abajo con el guante de béisbol, quizá para atajarlo como si fuera una pelota.
En el mundo de El príncipe Negro no hay certidumbres, y Ángel Santander se busca en medio del absurdo que se produce cuando trata de comprender con su mente finita, la irracionalidad de una naturaleza que se empeña en transformarlo en hombre lobo. En cada intento fallido por comprender el misterio, aparece el otro despiadado como una caricatura grotesca de la existencia que lo mira desde un espejo y penetra las noches de Bella Vista con sus aullidos.
La narración del hombre lobo es una carrera hacia la muerte, o al menos eso parece. En la densa atmósfera de la historia se manifiesta el tedio como parte intrínseca de Ángel Satán, que escribe en su cuaderno inútil como si fuera una preparación religiosa para confrontar al temido arcano, ¿pero el hecho de convocarlo mediante la imagen del suicido en la escritura no es ya una forma de afrontarlo? El personaje jamás afirma que no quiere vivir, quizá el center field se quede eternamente con sus labios azulados y sus ojeras esperando al amigo que prefiere seguir escribiendo y aullando en las noches de luna llena.

El príncipe Negro está publicado por el sello ReLectura de la editorial Lugar Común 

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